¿Y qué hay en el hueco del 28?
En otra publicación explicamos la conocida como Ley de Titius-Bode que relaciona las distancias de los planetas al Sol con considerable precisión, y como en la posición correspondiente al 28 parecía existir un vacío.
No mucho después de ser formulada la ley, William Herschel descubrió Urano a 198 unidades, no muy alejado de las 196 predichas. Se desató una auténtica fiebre exploradora entre los astrónomos -a quienes no les gustó mucho que la realidad les estropease una bonita ley matemática- para encontrar algo que llenase el hueco del 28.
Finalmente fue el italiano Giuseppe Piazzi quien, en 1801, encontró el planeta faltante. Lo bautizó como Ceres, en honor de una antigua diosa siciliana de la agricultura y las cosechas (de ahí procede la palabra «cereal»). Pero no tardó en comprobarse que Ceres era muy pequeño, incluso menor que la Luna. Además, pocos años después, se descubrieron nuevos objetos, también pequeños, en órbitas similarmente situadas. Se bautizaron como Palas, Vesta y Juno. En los telescopios de la época no presentaban círculo visible, parecían simples puntos luminosos, igual que las estrellas. Pero, evidentemente, no eran estrellas; así se les denominó «asteroides», es decir: semejantes a estrellas.
Actualmente sabemos que el hueco del 28 lo ocupa el Cinturón de Asteroides, formado por cientos de miles de pequeños cuerpos rocosos, procedentes de un planeta que estalló o no llegó a formarse. El mayor es Ceres. Después de que Plutón perdió su categoría de planeta, comparte con Ceres y otros astros la categoría de planetas enanos.