Nereida es un satélite de Neptuno con un diámetro de unos 300 kms. y tiene una característica muy notable: su período orbital alrededor de Neptuno es de 365’21 días o, en otras palabras, un 0’9999 del año terrestre.

Imaginemos que hubiera ocurrido si Neptuno y Nereida fuesen visibles sin ayuda de instrumentos y los seres humanos pudiésemos ver a Nereida girando en torno a su planeta. No hubiera llevado mucho tiempo, incluso a los hombres prehistóricos, comprobar que Nereida marcaba con gran precisión el ciclo de las estaciones. Hubiéramos tenido un bonito calendario neptuniano mucho antes del neolítico. ¡Quién sabe lo que esto hubiera impulsado las matemáticas, la ciencia y la tecnología, y dónde estaríamos ahora como resultado de todo ello!

Y seguro que, para muchos, Nereida habría sido un clara prueba de la existencia de Dios, quien en su benigna providencia habría querido colocar en el cielo un marcador del calendario terrestre. Sin embargo el asunto no se planteó, dado que la benigna providencia divina dispuso que esta asombra coincidencia fuese invisible hasta que el desarrollo de la ciencia la desveló.