Pitágoras, las habas y el destino

Pitágoras, las habas y el destino

Pitágoras es el más conocido de los matemáticos griegos de la antigüedad. Fundó una escuela místico-religiosa que hoy denominaríamos como secta, donde las matemáticas eran una disciplina reservada a los iniciados de mayor rango, quienes hacían juramento de no dar a conocer sus descubrimientos matemáticos fuera de la comunidad.

Los adeptos debían seguir unas rigurosas normas que incluían estudio, deportes y ejercicios gimnásticos, técnicas de respiración, paseos por el campo, mantener silencio, no comer carne, meticulosidad en la limpieza e higiene, sencillez en el vestir, etc. Y otras más llamativas como: no atizar el fuego con un hierro, comenzar con el pie derecho al calzarse y al lavarse por el izquierdo, escupir sobre los recortes de sus pelos y uñas, no llevar anillos y varias más entre las que destacaba muy especialmente abstenerse de comer habas a las que Pitágoras detestaba particularmente, posiblemente porque le sentaban mal o por motivaciones religiosas, aunque es algo que no está muy claro. Por lo que si querías ser pitagórico debías eliminar las habas de tu vegetariana dieta. Ni siquiera tener ningún contacto con ellas.

Así como Tales de Mileto tuvo un episodio con las aceitunas, Pitágoras también lo tiene con las habas. Pitágoras estuvo toda su vida evitando las habas pero al final, como en toda buena tragedia griega en la que nadie puede eludir su destino, murió por culpa de ellas: cuando estaba siendo perseguido por sus enemigos, se topó de repente con un sembrado de habas. Se detuvo en seco y dijo «yo por ahí no paso», dando con ello lugar a ser alcanzado por sus perseguidores que le dieron muerte.

Hay quien casi atribuye a Pitágoras poderes místicos. ¿Quién sabe? Puede que hubiese visto su futuro y que moriría por culpa de las habas, y por eso les tenía tanta aversión y las evitaba. No comprendió que nadie puede escapar a su destino.

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