Solución al problema de la longitud
Para el cálculo de la longitud hay que tener en cuenta que la Tierra da una vuelta completa sobre sí misma en un día. Es decir que cualquier punto de la superficie tarda 24 horas en recorrer 360º, y por tanto en cada hora recorrerá 360 ⁄ 24 = 15º [Ver: «EL PROBLEMA DE LA LONGITUD»]
Supongamos que nuestro barco parte de un lugar situado en el meridiano cero. En el momento de zarpar sincronizamos el reloj de a bordo con la hora de dicho meridiano. Después de viajar durante varios días hacemos una medición cuando el Sol se encuentra en el punto más alto de su recorrido. La hora local es, por tanto, las 12 del mediodía. Pero al mirar el reloj, comprobamos que marca la hora del meridiano del que partimos, pongamos que sean las 14 horas. Eso querrá decir que el barco se encuentra a 30º longitud oeste, ya que le separan dos horas del meridiano de referencia. Así pues, la solución era llevar a bordo un reloj lo suficientemente preciso.
Los relojes de Sol, agua o arena no servían, hubo que esperar hasta la invención de los relojes mecánicos. No obstante, los primeros relojes mecánicos no eran lo suficientemente precisos ya que funcionaban con el periodo de un péndulo que seguía una trayectoria circular que no es igual para oscilaciones grandes que para oscilaciones pequeñas. Y además, los fuertes balanceos de los barcos hacían que los relojes de péndulo se atrasasen, adelantasen o directamente se rompieran.
Hubo que esperar hasta que el relojero inglés John Harrison (1693-1776) inventase, tras varios diseños, un modelo de reloj capaz de resistir los balanceos sin perder casi la precisión. A Harrison tardaron varios años en reconocerle el premio que otorgaba el Parlamento inglés, pero desde entonces todos los barcos británicos fueron equipados con esos relojes.