Paseando por Mercurio
Imagina el siguiente escenario: acabas de aterrizar tu nave en Mercurio, en la cara iluminada por el Sol -porque la otra está muy oscura-, y decides dar un paseo por las cercanías.
Protegido por tu traje espacial te has alejado 4 ó 5 kms de la nave dando saltitos (la gravedad es una tercera parte que en la Tierra), cuando de repente se estropea irremisiblemente la unidad de refrigeración del traje. Sólo tienes unos minutos antes que los 430ºC que el Sol está volcando sobre ti traspasen el aislamiento térmico del traje y te abrases. No tienes tiempo de regresar a la nave. Estás en un buen aprieto ¿qué puedes hacer? Afortunadamente ves que cerca hay una gran roca y decides refugiarte a su sombra hasta que se haga de noche y puedas volver a la nave.
Buena idea, siempre que la unidad de calefacción del traje no se haya estropeado también, porque en Mercurio no hay atmósfera y la diferencia de temperatura entre estar al Sol o a la sombra es brutal. Como explicamos en otra publicación [Ver “MERCURIO, DEL FUEGO AL HIELO”], la temperatura en el hemisferio en sombra es de 180ºC bajo cero. Aquí, a la sombra de la roca, será algún grado mayor porque el terreno del entorno irradia parte del calor que recibe del Sol, pero no va ser suficiente para evitar que te congeles si la calefacción no funciona.
Afortunadamente funciona, solo queda esperar a la noche ¿problema resuelto? Pues depende de donde hayas dejado la nave, si en el centro de la cara iluminada o al este o al oeste, porque Mercurio tiene unos peculiares movimientos de rotación y traslación que hacen que entre dos amaneceres, o dos anocheceres, transcurran 176 días terrestres. Así que, si no has tenido suerte, puede que tengas que esperar varios meses antes de que anochezca y, aunque no se te agote antes la batería, deberás elegir entre morir abrasado o morir de sed y hambre. Tú única solución es que haya alguien cerca que pueda venir a rescatarte.