Tycho Brahe
Tycho Brahe nació en Dinamarca en 1546. Era miembro de la nobleza danesa. Su familia quería que hiciera, una carrera al servicio del rey, pero a los trece años observó un eclipse de Sol que causó una enorme impresión en el joven Tycho y a partir de ese momento dedicó parte de su tiempo a estudiar matemáticas y astronomía. A pesar de que la familia de Tycho Brahe se oponía a su interés por la astronomía, este había recibido la herencia de su tío y pudo continuar por sí mismo su formación.
En 1566, una disputa con otro aristócrata danés (según una de las versiones provocada por las burlas de este a una predicción astrológica de Tycho sobre la muerte de Solimán el Magnífico cuando el sultán ya había fallecido) culminó en un duelo en el que un golpe arrancó a Tycho la parte superior de la nariz. A partir de entonces, para ocultar la herida, debió utilizar siempre una prótesis especialmente fabricada en oro y plata.
Había alcanzado ya cierto renombre como erudito cuando, en 1572, observó un extraño acontecimiento en la constelación de Casiopea: había aparecido una nueva estrella que fue visible durante dieciocho meses. Sus observaciones sobre el astro, hoy conocido como la Nova de Tycho, las resumió en un libro titulado De nova stella, en el que aparece por primera vez en el vocabulario astronómico la palabra nova. Tras haber establecido, mediante cuidadosas comprobaciones, la ausencia de paralaje y de movimiento retrógrado, llegó a la conclusión de que la estrella no era un fenómeno sublunar, y que tampoco estaba situada en ninguna de las esferas planetarias. El resultado contradecía la tesis aristotélica de la perfección e inmutabilidad de los cielos.

En vista de su creciente prestigio, para retenerlo el rey primero le ofreció que se instalara en un castillo real y después, en vista de su negativa, accedió a regalarle la pequeña isla de Hven, con el añadido de la construcción de una casa y la concesión de una renta. Además de la casa, Tycho también levantó el que más tarde sería conocido como el observatorio de Uraniborg, bautizado así en honor de Urania, la musa de la astronomía. Allí Tycho Brahe pudo contar con todo lo necesario para su trabajo: además de contar con galerías para la observación, despachos para él y sus ayudantes y biblioteca, estaba equipado con el mejor instrumental de la época. También instaló una imprenta y hasta una fábrica de papel para asegurarse la publicación de sus obras.
Estaba convencido de que el progreso de la astronomía dependía, en aquellos momentos, de realizar una serie continuada y prolongada de observaciones del movimiento de los planetas, el Sol y la Luna . La precisión que alcanzó en dichas observaciones fue notable, con un error inferior en ocasiones al medio minuto de arco. Sus datos eran considerados los de más calidad de Europa y así, cuando el 13 de noviembre de 1577 se divisó un cometa, fueron sus cálculos los que se consideraron la demostración definitiva de que su órbita discurría entre los planetas y no entre la Tierra y la Luna.
En 1599 se instaló en Praga. Hizo venir a su familia, que había quedado provisionalmente en Dresde, y luego encargó a su hijo mayor que trasladara desde Hven los grandes instrumentos astronómicos que allí se habían quedado. Aunque Tycho ya pasaba de los cincuenta años y ya no realizaría más descubrimientos de importancia, en aquel momento ya mantenía correspondencia con la figura que finalmente mejor podría aprovechar su enorme caudal de datos: Johannes Kepler.
La muerte de Tycho Brahe está envuelta en la leyenda y el misterio. La idea más común es que murió por aguantarse las ganas de orinar en un banquete real, lo que pudo provocarle una uremia o cistitis. También se ha difundido la hipótesis de que murió envenenado porque se encontró gran cantidad de mercurio en su cabello. Y al buscar sospechosos se ha pensado en Kepler. Pero, pese a sus desavenencias iniciales, Kepler estuvo profundamente agradecido a Brahe que fue el único que le ayudó cuando le expulsaron de Graz. Pasó gran parte de su vida completando la obra de Brahe y, a la muerte de éste, cumplió tenazmente durante años su encargo de terminar las Tablas rudolfinas. Conociendo el carácter y la integridad y la obra de Kepler, esta hipótesis es inverosímil